miércoles, 28 de noviembre de 2012

No debe pillar por sorpresa


No me digan que no se lo esperaban. Es verdad que quizás no fuimos sinceros cuando gritábamos “éstas son nuestras armas” cuando deberíamos haber añadido “de momento”. Pensé que, entre tanto asesor que tiene Mariano, seguro que había alguno que tendría alguna noción de sociobiología. O sentido común. Si lo hubiese habido, quizá se hubiera imaginado que todas las personas tienen un límite. Incluso el 15M, los indignados, y “los de las manitas”. Cuando se comenzaron a tirar, en las manifestaciones, petardos, vayas, piedras, todo el mundo se echó las manos a la cabeza. No digo que apruebe o no la violencia moralemente y, de hecho, a nivel estratégico, en el contexto de las manifestaciones habidas en Madrid, aunque desestresante, creo que es completamente inefectiva. Sólo hace falta ver los resultados de las últimas manifestaciones, heridos y detenidos.

Lo intentamos; y, venzamos o perdamos, eso debe quedar para la Historia. Tuvimos el coraje de no descargar nuestra ira contra aquellos que se reían de nosotros, aquellos que la provocaban. Aguantamos, aún temblando como flanes, cuando nos sacudían una y otra vez con sus porras. Y cuando recibíamos los golpes de vuestro terrorismo, los golpes del mercado, las palizas en comisaría, que nos llamaran el “enemigo”, nos callábamos. Los desahucios, los recortes, el paro, la miseria y la mendicidad. Los suicidios. Aguantamos, lloramos en silencio.

No se quejen de que luego lluevan piedras, porque no es nada fácil vermorir a los tuyos. Y cuando digo no se quejen no me refiero a los políticos o banqueros, que por supuesto se quejan, por sus privilegios, es lo que tiene la lucha de clases. Cuando digo no se quejen me refiero al resto de la sociedad civil, que aun sufriendo el terrorismo financiero no tuvieron el coraje de enfrentarse al gobierno del Capital, a los mercenarios antidisturbios, a la vergüenza de verse paseando en una manifestación, como si manifestarse no fuera digno. No se quejen porque si hubiera habido treinta millones de españoles en las calles, en vez de dos, cuatro o cinco, jamás hubiera habido necesidad de tirar una piedra.

Nunca, y ésto hay que dejarlo claro, quisimos tirar una mísera piedra. Confiábamos en qué no se cumplieran las palabras de Brecht, elodio contra la bajeza también desfigura el rostro. Pero no fue posible, no por nuestra falta de insistencia, sino por vuestra falta de compromiso, de apoyo, no a nosotros y a nuestra causa, sino a vosotros mismos, a vuestros padres y vuestros hijos. Por vuestra falta de amor propio.

No digo que ahora apoye o deje de apoyar esta violencia, no es el lugar ni el momento para hacerlo. Pero cada cuál debe asumir las consecuencias de lo que hace y, lo que puede ser mucho más duro, las consecuencias de lo que no hace.

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