jueves, 15 de noviembre de 2012

El Día Que Ilegalizaron La Violencia

Aquel día, de aquel año

El día que ilegalizaron la violencia se consiguieron muchas cosas. Desparecieron los raptos, las violaciones, la pederastia. Desapareció el ataque racista, el robo desafortunado. También la bomba del Carrefour y los tiros en la nuca. A primera vista, se podría decir que la gente era más libre, no tenía porqué tener miedo a andar por la calle. Sin duda, era más felices: ¡Ahora la violencia era ilegal!

Pero unos pocos se dieron cuenta que esa ilegalidad no caía sobre todos. Porque aún existía el contrato basura, los gritos del encargado del Mercadona, las tasas de la Universidad, las multas por aparcamiento, los recortes en Ciencia e Investigación, las colas de espera mortales en los Hospitales. Y cuando salían a quejarse a la calle, la gente les decía a sus espaldas: se quejan de vicio ¡Ya no hay violencia!. Más aún; cuando se quisieron dar cuenta, volvieron las cargas policiales, las pelotas de goma, las detenciones de ocho contra uno. Las palizas en el calabozo, las cámaras apagadas cuando no interesan. La soledad. Y la gente volvió a repetir: ¡Vaya! Por la culpa de esos quejicas volvimos a tener violencia.

Uno que medita, por meditar, piensa que cuando se ilegalizó la violencia había otra cosa detrás; porque no se ilegalizó la policía, la guardia civil, los antidisturbios, el ejército, las empresas armamentísticas, las de mercenariado, las de seguridad. No. El día que ilegalizaron la violencia, se ahogó al pueblo llano antes de que siquiera hubiera intentado respirar. El día siguiente a ilegalizar la violencia propagaron por su prensa,su radio y televisión que tener la dignidad de defender lo tuyo es algo propio del pasado, desfasado, que hay que trabajar como burros, mirando al suelo, sin tener conciencia ni de sí, ni para sí, como una jartada de imbéciles. Así, cuando al salir de la calle cargaron contra nosotros, con sus bolas y sus porras, y la rabia de nuestro cuerpo al ver a nuestras hijas, nuestros padres, nuestras hermanas y hermanos, acribillados, amoratonados, y sólo nos quedó la violencia, sólo pudimos escoger entre dos posibilidades: o que nos odiaran todos por tener la decencia que a ellos les había faltado, o que nos odiaran todos por utilizar los medios que habían repudiado.

Y como decía Tácito: “ellos, ingenuos, llamaban civilización a lo que constituía un factor de su esclavitud

No hay comentarios:

Publicar un comentario