martes, 16 de abril de 2013

Nunca te conoceré

Aunque, quien sabe

Ante una noticia silenciosa (como todas y ninguna), otro texto de hace un tiempo (también tres años).

Nunca te conoceré.
Nunca te voy a conocer.
Pero sé que te quiero.
Por mis pecados, por los tuyos.
Porque tenías derecho a vivir y se te ha arrebatado.
Porque no tenías derecho a morir y te lo han obligado.

Ayer Domingo, cuando se suponía que resucitaba El de las Barbas, tú fallecías.
¿Y quién te escuchaba?
Si acaso sólo aquel que vio a un desagradable mendigo durmiendo en un cajero.

No tenían derecho a robarte la felicidad.
Tal vez fueras una persona repugnante.
Tal vez lo fueras por genética.
Tal vez por la educación.
Tal vez porque te dió la gana.
Pero sé que te quiero.
Porque nunca habrá nadie como tú.
Porque tenías derecho a vivir y se te ha arrebatado.
Porque no tenías derecho a morir y te lo han obligado.
Tal vez (muy probablemente) eras mejor persona que yo.

Tal vez fuiste padre de una familia.
Tal vez las circunstancias te llevaron por el camino de la mala vida.
Tal vez (quién sabe), no hay más mal ni más bien que aquel que impone El que puede Dormir Tranquilo todas las noches.

No te voy a engañar, no querría estar en tu lugar.
Pero tampoco quiero que tú estés en ese lugar.

Y nos toca mover ficha; mover ficha para que la gente no vaya a ese lugar.
Porque te quiero.
Y mientras te quiero.

Entonces, puse esta noticia: http://www.europapress.es/cantabria/noticia-aparece-muerto-mendigo-interior-cajero-centro-santander-20100404180629.html

Ahora, se puede poner esta:
http://www.elplural.com/2013/04/05/estremece-que-un-abogado-pida-atenuantes-por-ser-la-victima-un-indigente-y-que-no-pase-nada-la-justicia-debe-tener-un-gesto/


La imagen no tiene nada que ver con el tema. O quizá más de lo que parece. Liverpool, 2011

viernes, 12 de abril de 2013

Juan Vistió de Pijama

Mientras otros vestían de negro

Hace tres años escribí esto. Da cosita ver como no sólo está igualmente vigente, sino que empeora por momentos.

No sabía porqué, Juan estaba entre rejas y Miguel no.

Miguel y Juan habían sido amigos de toda la vida. Juntos habían jugando a los Lego y a los PlayMobil, juntos habían visto las películas de Rambo y "Chuache". Juntos habían jugado al Street Fighter y al de atropellar señoras con un auto. Juntos habían fumado su primer canuto; y ahí se separaron sus caminos.

Cuando Miguel llegó a casa, su padre, que era policía, le golpeó unas cuantas veces; y aunque Miguel le odió durante toda su vida, jamás se imaginó que aquella paliza era la incapacidad del padre para expresar su prohibición a meterse en un mundo que él conocía demasiado bien (pero eso es otra historia). La principal consecuencia fue que Miguel no quiso volver a saber nada de los porros.

El padre de Juan era un obrero de la construcción que luego se iba a beber al bar; también podía haber sido un empresario que en su tiempo libre jugara al tenis, pero eso también es otra historia. Nadie le dijo a Juan donde se metía.

Y, sin embargo, tampoco era lo que le separaba de los otros que, aunque fumaban con él, no estaban ahora entre rejas.

Quizá fue que Juan se pasó un poco más de la raya, y para conseguir algo de esto atracó a alguien.
Quizá fue que Juan se armó de coraje y dió un tirón a una señora, con tal de que con la pasta pudiera echar un cable a su madre.
Quizá fue que Juan, ahogado en una sociedad burguesa donde la violencia se ve por la tele pero las relaciones sexuales no, no comprendió en qué punto el "no" de una chica quiere decir no
[Actualización: y con todo, vivimos en una sociedad donde se enseña a no-ser violada pero no a no-violar]

O a lo mejor fue un poco de todo. A lo mejor entró por casualidad, y luego salió, y luego volvió a entrar, como si alguien jugara con él al Pinball mientras él sólo quería sobrevivir como alguien más. A lo mejor, ese jugador convirtió a Juan en un esclavo, en un fantasma, cuya única solución era desaparecer entre rejas y convertirse en un número más dentro de las instituciones penitenciarias.

Y si no andaba con cuidado, aunque fuera menor, se le pasaba el arroz en la sombra.


“Toda pena que no se deriva de la absoluta necesidad es tiránica” Beccaria (1764)“