Hay días que no
termina de amanecer. Que el Sol se eleva, ilumina, pero ahogado en
sus propios problemas se niega a ceder un poco de luz. Días negros,
días malos. Un día negro es un día de resaca, suspendes un examen,
uno negrísimo es en el que te deja tu pareja, te echan del curro: en
ambos casos, quizá compartiendo las penas con el Sol puedas acabar
un día gris, tan borracho como el astro. Pero existen días que, por
más que se beba, por más que uno se hunda en la miseria de la
desesperación para intentar salir de ella, los problemas siguen ahí.
Muchas personas pasan por esto en el mundo; hay algunas, que nunca
han pasado por otra cosa, por lo que creen que los días que son
negros como el carbón tienen cierto brillo.
Eso
no pasaba en España. España estaba en el mundo civilizado. Pero
cuando comenzó todo (es decir, cuando lo que estaba claro seconvirtió en evidente), comenzó el terror. El paro, los recortes. Y
la casa. Repentinamente, comenzaron a aumentar los desahucios, sin que
nadie pareciera que pudiera detenerlos. El Sol había decidido no
alumbrar a tantas familias, que los poderosos llenaron las calles de
sabuesos, aterrorizados por la misma oscuridad que ellos mismos
habían creado.
Pero
lejos de echarse al monte, lo cuál habría estado bastantejustificado, muchos resistieron, y como aldeas galas se mantuvieron
en pié, resistentes al invasor. Aguantando el chaparrón, agotando
las vías legales y las humanas, sin levantar un sólo puño con ira
a pesar de haber sido estafados, vendidos, odiados. Para muchos no
fue suficiente. En la calle acabaron, sin poder mover ni un sólo
músculo, no de muerte, sino de mera tristeza.
Ayer,
sin embargo, se demostró que la resistencia tiene su efecto. Una
familia de Rivas consiguió que se detuviera su desahucio: por el
terror internacional de los suicidas, por la presumible aparición de
un food riot, el hecho
objetivo es que hoy, que era el día marcado, no les echaron de su
casa. Y aún contienen el aire, emocionados, pero entre cuatro
paredes y no en la puta calle, no en el frío del Madrid de
Noviembre.
Ayer
se detuvo un desahucio. Nadie hizo nada. Izquierda Unida intentó
lavarse las manos a última hora. Fue el esfuerzo personal de esa
familia, así como el apoyo de diferentes redes sociales (PAH, 15-M)
a pié de calle las que consiguieron detener la barbarie del
desahucio. Con esta entrada sólo quería honrarles a ellos, a los
que luchan, que sí se puede. Y, aunque sea una tragedia que muchos
otros desahucios se ejecuten, que haya habido suicidios e intentos de
ellos, esta es una buena noticia. Pero no una de esas buenas noticias
con las que hay que conformarse, no, una noticia que nos obliga a
seguir hacia delante.
Hacia
una Revolución. Una revolución humana, en la que primen las
personas y no los mercados. No sé si ésto quiere decir extrema izquierda.
Hoy
quería dedicar la entrada del blog a esta familia, y a los que
luchan. Por su valentía. Por sus enseñanzas.
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