domingo, 3 de marzo de 2013

Cuando Hablan Los Curas La Razón Calla



Para que el hombre se haga hombre se adentra en el bosque, cumple un rito, y sale del bosque hecho un machorro. Lo de Vladimir Propp y los cuentos es tres cuartas partes de lo mismo. Pues bien, hoy voy a llevar a cabo un rito de paso: cazar a un mamut. Es broma; es broma, pero con un poco de verdad. Lo importante de esta entrada es el cuento que se trata al final, un poquito de Historia.

A veces, por tener pelo canoso a uno se le permiten decir unas tonterías horribles. O por llevar una bata blanca. Da un poco igual, el resultado es prácticamente el mismo: nadie le levanta la voz al sakerdos.

El mamut en cuestión es Don José Manuel Sánchez Ron. Es físico y académico de la RAE. Guau. No sólo es un mamut, sino que a la vez es un dinosaurio y cura de la vieja y la nueva escuela. No está mal.

Quizá me estoy pasando un poco. Todo esto es por su afirmación tremebunda, en una entrevista al periódico – por llamarlo de alguna forma – de La Razón. El titular es brutal, cita de su entrevista: Si vivimos mejor no es por la democracia, es por la ciencia.

En vez de despotricar, prefiero contar un cuento. Uno muy cortito. Uno que se puede atestiguar con conocimiento científico. Empírico. De eso seguro que este señor sabe más que yo.

Érase que se era que don Herón de Alejandría, un griego de finales del siglo I, creó la máquina de vapor. La probó. Le funcionó. Ni Dios le hizo ni puto caso.

¿Por qué?

Ferdinand Braudel, que este sí que era un señor, un señor que se escribe El Mediterráneo en época de Felipe II estando preso, lo denominó la revancha de Espartaco.

Ni Dios le hizo ni puto caso porque, habiendo miles y millones de esclavos a los que explotar prácticamente de forma gratuita ¿Para qué te ibas a gastar dinero en el nuevo ingenio?

(Cerebros trabajando)

El desarrollo técnico no hace evolucionar a la sociedad. Las contradicciones de las sociedades generan nuevas demandas, en las que el desarrollo técnico es aceptado y aplicado para sustentar dicha sociedad.

Vivimos mejor por la ciencia, Pepe Manu, pero tu ciencia, tu credo, sólo existe por las condiciones sociales (liberalismo y democracia burguesa) que la han asimilado.

Cuando hablan los curas la Razón calla porque no necesita hablar.
¿Y a un señor tan listo no le extrañó que un periódico tan progre como La Razón subrayase que es más importante la tecnocracia que la democracia? Cerebricos, pa que estamos...


sábado, 2 de marzo de 2013

Como un Corderito

Aunque no por mucho tiempo


Hacía mucho que no escribía en el blog. Ahora escribo por una razón principal,al fin me han publicado mi primer artículo propio de investigación, dado que el otro que tenía publicado era una colaboración. Este le puedo sentir como mío y, como tal, explicarlo. Para poder abrir el debate porque si no ¿Cuál es la diferencia entre Ciencia y Fe?

La entrada de hoy es una entrada doble, donde se cuentan dos historias. Una, de apenas hace unos años. Otra, de posiblemente dos milenios y medio. Y voy avisando a los navegantes, por si no se había percatado: vivimos en una sociedad todavía falocéntrica -lo de esta foto es otra broma- y patriarcal. Sobre todo, estratos concretos de la sociedad, pero mejor no os hago un spolier de lo que viene.

Esta historia me la contó un amigo, un buen amigo, y sinceramente le creo a pié juntillas. El protagonista es el salvaje de su pueblo. Un chaval algo mayor que con la gente con la que se solía llevar, fuerte y musculoso. Una vez se estaba pegando con uno del pueblo de al lado, le vino un amigo suyo y, tras estar chalando con él, le dijo “Bueno, perdona que me pillas liado”. Y siguió pateándole las costillas. Esto es la introducción del personaje, aquí va la historia: además de ser un brutito, el personaje es un machista; y,por alguna razón (no quiero saber si conectada con esto, y por tanto con el síndrome de Estocolmo) también un ligón. Pues bien, en las fiestas del pueblo se ligó a la hermana pequeña de otro chaval de la banda del pueblo. La pareja desapareció durante toda la noche. Al día siguiente, cuando los chavales del grupo se volvieron a reunir, Brutito, con una sonrisa de oreja a oreja, se dirige al hermano en cuestión y dice: “Tu hermana la chupa como un corderito”.

Repito: Tu hermana la chupa como un corderito.

Aquí el lector probablemente haya tenido un minishock. Pero miren: es un comentario machista. Es un comentario retrógrado. Es un comentario, además, por un hombre violento: ese hombre, adividad de qué trabaja. Y como diría Goyo Jiménez, no lo digo, lo hago, o mejor dicho, lo pongo. ¿No deja de ser irónico (aun obvio) que los grupos armados de un sistema político sean los más retrógrados? ¿Os imagináis a los Cien Mil hijos de San Luis defendiendo la obra del trienio liberal? o mejor ¿Osimagináis a los Cien Mil hijos de San Luis atizando hoy en día en Grecia?

A la vez, aquí comienza la segunda historia. Comienza con una paradoja, paradoja que podemos describir de manera homófoba y muy castiza: tan maricón es el que da como el que recibe; o, en el caso que nos ocupa, tan machista es el brutito como su hermano. La importancia de la mujer en la historia anterior es completamente nula; el hermano se está viendo herido en su orgullo como hermano. Brutito se lo ha dicho al hermano porque sabía que le iba a ofender en el plan social (y así fue) porque, siendo objetivos, ¿Cuál sería el problema de que la chica en cuestión fuera delicada haciendo felaciones? Brutito no ha dicho que ella tenga ningún defecto, Brutito ha presumido de haber sometido algo de otro. La mujer no es sujeto sino objeto.

Esto es, ni más ni menos, que El Rapto de las Sabinas; la importancia de las sabinas es nula – en el desarrollo posterior del mito sí que tendrán importancia, como establecedoras de paz entre romanos y sabinos, pero no en el rapto en sí mismo-. Al igual que Helena de Troya, ¿Fue raptada o se escapó con Paris? A nadie le importa. Ni a Menelao, ni a Agamenón, ni a Paris, ni a Héctor. Si no se hubiera ido por su propio pie, la habría capturado. Así funcionan las cosas en la Antigüedad.

El Rapto de las Sabinas representa la dominación de un grupo sobre otro. El Derecho de Pernada representa la autoridad del gobernante sobre el gobernado, igual que la actitud de Brutito – que ni siquiera importaba si la hermana era atractiva o no – sobre el hermano. ¿Y el adulterio? ¿Cómo encajamos el adulterio en todo esto? El adulterio es – agárrense- la lucha de clases.
Bueno, o al menos conflicto social. Y si está la propiedad de los medios de producción de por medio, es lucha de clases. La lucha de clases no es sólo obreros con tirantes y boina calada contra señores con gorro de copa y puro en la boca. Puestos a recomendar, para la lucha de clases en la Historia recomiendo este mamotreto. Lucha de clases es enfrentamiento de carácter político entre grupos sociales, donde uno de los grupos busca apoderarse de los medios de producción. Sin más ni más. Dentro de las mil y un variables que puede haber (incluyendo que haya individuos que tienen sólo medios de producción, sólo su fuerza de trabajo y por el medio su fuerza de trabajo y los medios de producción - los famosos autónomos, vaya-)

Para el carro Toño, ¿Cómo que lucha de clases? Pues sí, tal cual. El adulterio aparece representado en multitud de cuentos (ya sean ciclos épicos, sagas, cantos, odas...) en la Europa preindustrial: que si Tristán e Isolda a espaldas del Rey Marco, que si Lancelot y Ginebra a espaldas del Rey Arturo, que si Afrodita y Ares a espaldas de Hefesto, que si Diarmuid y Graine a espaldas de Fionn mac Cumhail... Todas ellas son un desafío para el poder: sin embargo, tanto Tristán como Lancelot se presentan como salvadores de los pobres. ¡En el caso de Tristán llega a estallar una revuelta cuando tanto él como Isolda van a ser castigados con la muerte! El viejo es remplazado por lo nuevo. En estos relatos, el papel de la mujer varía, de ser objetos a formas pasivas, o provocativas, pero el sujeto que siempre lleva la acción principal y definitoria es el varón. Es Tristán el que decide cuando empieza y cuando acaba su relación. Es Diarmuid el que decide cuando, finalmente, acostarse con Graine prometida de Fionn, su jefe.

Si habéis hecho click en el link (tampoco os habréis muerto por intentarlo) que pongo a mi artículo publicado (sé que suena muy egocéntrico, pero es que soy muy contento), veréis que el tema es el adulterio en la Protohistoria. ¿Qué es la Protohistoria? Es el final de la Prehistoria, esa época en la que los hombres son listos, pero no tan listos como para escribir en tablillas o la Ilíada, sino que son medio tontos todavía. También es cuando un pueblo es lo suficientemente listo como para escribir sobre ti pero tú todavía no puedes. Es un término prácticamente ligado a Europa y, en definitiva, protohistóricos son Viriato, Astérix y Obélix, y hasta el mismísimo Corocotta.

Sin haber escritos, ¿Cómo podemos hablar del adulterio en la Protohistoria? Bueno, aquí entramos en el terreno de la casi mera especulación. Un petroglifo de Bohuslan, en el sur de Suecia, de la Edad de Bronce (II milenio a.C.) muestra la siguiente imagen:



¿Qué es esto? Cada uno verá lo que quiera ver. Lo que yo veo, atendiendo a la literatura posterior, a que la tradición temprana irlandesa (Diarmuid), así como la Materia de Bretaña (Tristán y Lancelot), beben y mantienen mucho de la tradición pagana, es que representa a dos adúlteros pillados en mitad del traca-traca. Y el tío del hacha les va a cortar en pedacitos. Básicamente, es lo mismo que pasa con Tristán e Isolda (o Lancelot y Ginebra en una de las pelis del Rey Arturo), pero aquí se salvan por los pelos, ya sea porque el rey les pilla separados (Tristán), o porque el rey es muy buena gente (peli).

El sexo adúltero es un ataque directo a la autoridad. No sólo a su honor, sino que detrás de ello hay auténticas razones de carácter biológico: los hijos de esa princesa, de Iseo, de Ginebra, de Graine, de Afrodita, serán hijos del amante y no del marido legítimo. En lo relacionado al poder, se quiebra la línea de descendencia. Pero en lo referido al trabajo, en este periodo mayoritariamente agrario, el marido legítimo se quedaría sin fuerza de trabajo, se quedaría sin que pudiera alimentarle a su senectud (¡No existía la Seguridad Social, así que esto es lo que nos espera a las generaciones futuras!). La mujer es considerado, en este sentido, otro medio más de producción.

El sexo adúltero en la literatura preindustrial es la lucha por el poder. La lucha por la libertad. Una libertad que, sin embargo, excluía (y dominaba) a la otra mitad de la población sometida: las mujeres.